
Sea cual sea nuestra religión o credo, la Navidad nos aflora sentimientos irreconocibles en otras fechas. Es una fiesta que nos hace recordar, que hace miles de años nació un niño que vivió para el propósito y murió hasta la intención de reafirmar el mensaje universal de amar al prójimo como a ti mismo, trayendo además un nuevo mensaje de paz y armonía, que solo puede ser disfrutado a través de la tolerancia y el perdón.
Esta revolución cambio al mundo, haciendo que los más necesitados, enfermos y afligidos, se hicieran visibles ante los más afortunados, y vino en las manos de un niño que ya desde pequeño, predico sus enseñanzas para que nos respetáramos, nos reconociéramos de alma a alma y nos amaramos tan solo por el hecho de ser personas. También nos trajo el mensaje liberador de que no tenemos que hacer nada ni poseer grandes fortunas para que un poder superior nos ame sin condiciones, quien además perdona amorosamente nuestros errores.
Entonces, cada Navidad se presenta como una revolución interna que nos hace sentir paz, alegría, gozo y una siega esperanza de que cada día será mejor, aun en cualquier reto que enfrentemos. Festejar la Navidad, es un acto de fe y regocijo, es el reconocimiento de que no estamos solos y que sea cual sean nuestras aflicciones y desafíos, podemos asirnos de la mano invisible de un ser lleno de luz, que murió para demostrarnos que siempre habrá algo mas allá.
¡Feliz Navidad!