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¡Soy profesional inmobiliario con mucho orgullo!



No hay tarea más difícil para una empresa que el reclutamiento de su fuerza de ventas, partiendo porque siempre se ha tenido como concepto que una persona con capacidades para vender un bien o servicio debe nacer con unas actitudes y características innatas, que trajo como consecuencia creer en el célebre cliché que el “vendedor nace” y así eramos reclutados solo por el hecho que aparentábamos ciertas destrezas para caer simpáticos a los clientes; es decir, con la falsa creencia que traíamos un “circuito integrado o chip”, con una función grabada que nos permitía convencer a la gente de que comprara tal o cual producto. Y así se entendió y practico este lucrativo oficio hasta entonces en que, grandes empresas comprendieron la importancia del “hombre como un producto “y comenzaron a invertir sumas considerables en desarrollar adiestramientos especialmente concebidos y enfocados en tan importantes personas claves dentro de las empresas, quienes generan las ganancias tan anheladas y esperadas por la producción de sus bienes y servicios, para colocarlas en el mercado bien sea al mayor o al por menor o detal. Asimilando que alguien con ciertas capacidades y destrezas, tenía que hacer ese trabajo de conectar el producto con el público, mientras ellos se encargaban de producirlos.

Pero no solo se conformaron en desarrollar técnicas para que el “homo vendedor” colocara los productos, sino tambíen para que fidelizara a los compradores con sus marcas. Entendieron que los vendedores eran la cara de las empresas y esto fue evidenciado de las muchas veces que se encontraron con la queja frecuente entre mayoristas, tiendas o consumidores de finales, que afirmaban que “ese producto no lo compraban porque el vendedor era muy irresponsable o les caía pesado”, castigando inmediatamente cualquier virtud que le ofreciera un servicio o producto, por la individual personalización de sus sentimientos hacia el vendedor.

En este sentido, a partir de los años 50’ empezaron a ponerle el ojo a esta situación seriamente y nacieron escuelas de negocio y hasta prestigiosas universidades comenzaron abrir sus puertas para el conocimiento de esta actividad tan interesante como las ventas, acabando con el cliché de que un “vendedor nace” y afirmando que un “vendedor se hace”. El área inmobiliaria no se ha quedado afuera de esto, a nivel mundial son más los profesionales con credenciales académicas en otras profesiones, que se están enrolando en este maravilloso negocio y entendiendo a través de la cultura de las marcas inmobiliarias que están posicionadas en el área a nivel mundial, que para desarrollarse en este lucrativo oficio y alcanzar las utilidades tan anheladas, ya no es cuestión de suerte o de caer bien, que el camino es la capacitación.

Actualmente existen escuelas de negocio en todo el mundo, que califican y certifican formalmente a profesionales de nuestra área. Esto aunado a la experiencia que hemos adquirimos en la práctica del negocio, nos proporciona las herramientas necesarias para alcanzar nuestro objetivos como el de satisfacer los requerimientos de nuestros clientes con toda la calificación y destrezas que ellos se merecen, alcanzar la felicidad a través de realizar un trabajo que nos gusta y el de afirmar con mucho orgullo “soy un profesional de las ventas inmobiliarias”


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