Años atrás los alquileres residenciales se comercializaban en Venezuela en un escenario sano, donde en el mercado se podía conseguir un abanico de opciones entre tamaños, características, estado de conservación, ubicación y precios, para aquellos que desearan y necesitaran alquilar una propiedad, satisfaciendo los requerimientos de espacios de las familias que crecían, o de las nuevas parejas que empezaban su nuevo nido, o de los solteros ejecutivos que mejoraban económicamente o que venían de empresas extranjeras, o de los que se graduaban y quería independizarse de sus padres, o de los que se divorciaban, y pare de contar los diferentes casos que hacen que uno busque una vital vivienda “digna y ajustada” a nuestros bolsillos.

Este portafolio de propiedades en oferta para alquilar, vino desde inversiones públicas como fue el caso de las Torres del Silencio, como de personas jurídicas y naturales; siempre con la visión de obtener un flujo de caja, bien sea en el caso gubernamental para seguir construyendo de manera ordenada y suplir las necesidades de vivienda de los más necesitados, como de los constructores para tener un flujo de caja para realizar otras obras, o de personas naturales que simplemente realizaron esta inversión para asegurar o completar una pensión para la vejez.

El mercado inmobiliario es uno de los factores que impactan en la inflación y viceversa, es un círculo vicioso como el enigma de quien fue primero, la gallina o el huevo. Sin embargo son las políticas económicas coherentes las que hacen que se resuelva este paradigma...El control, y las regulaciones sin una clara visión de las necesidades de una población y el desconocimiento de cómo actúa un sano mercado inmobiliario a nivel mundial, ha traído como consecuencia una sobre valuación de un rubro que hace más de 15 años atrás, estaba al alcance de los que así lo requirieran. Estas malas políticas nos han afectado a todos y el gobierno no está dispuesto ni desea echar a tras sus caprichos enmascarados por una supuesta revolución, que ha llevado al mercado inmobiliario a precios no antes vistos.

Estamos cansados de oír que la culpa la tiene el imperio o la oligarquía o el malo maluco que tuvo a bien de poner sus realitos para comprar un inmueble producto de su trabajo y esfuerzo. Y estamos más que hartos de oír a economistas sacados de una chistera, que en definitiva olvidan la máxima económica de que “a mayor oferta, los precios bajan”.