Sea cual sea escenario, los profesionales que estamos dedicados formalmente al área inmobiliaria, podemos servir en los requerimientos de las personas que desean comprar o vender su propiedad. Y esto se debe, no solo a la suerte que podamos tener cada uno de nosotros o el número de personas que podamos conocer para potencializar nuestros servicios; se debe a que nos comprometimos con esto, escogimos esta labor, arriesgando tiempo y dinero para convertirnos en unos microempresarios o emprendedores del negocio inmobiliario, realizando este trabajo con dedicación, empleando nuestras 8 o 10 y hasta 12 horas laborales a satisfacer a nuestros clientes en sus gestiones, bien sea realizando nuestro trabajo de manera independiente o de la mano de una agencia inmobiliaria.

Los profesionales de esta área, poseemos una seria de actitudes personales, que nos permite enfrentarnos a veces, al trabajo titánico de remar contra la corriente en busca de un comprador para la venta de nuestras captaciones o para encontrar la propiedad ideal a un cliente comprador.

El profesional inmobiliario ya es un agente formal, que dejo muy atrás a aquellas personas que por tener un tiempito libre en su agenda o por quererse ganar un dinerito extra de la que percibía formalmente en su trabajo fijo, vendía propiedades sin tener ni las actitudes ni las aptitudes para este magnífico oficio. A partir del siglo pasado, cuando las empresas que se dedicaron formalmente a este negocio; es que se traduce la verdadera necesidad del mercado de ser atendido por un profesional formado y con cualidades personales para no solo dar respuestas a atender este mercado, sino en pos de los logros de las ventas y que los profesionales inmobiliarios obtuvieran sus merecidos ingresos por estas ventas. Siempre en el entendido que para esto cada día requerimos más, mucha pericia y esfuerzo personal a través de la capacitación.